MENCIÓN ESPECIAL EL IVUNCHE de Norberto Zuretti Ciudad Autónoma de Buenos Aires —Al tercer amanecer, antes de que aparezca el sol, tu amado Ay-sen abrirá los ojos, y estará otra vez contigo. Entonces, vendremos a buscar al niño. Pilmayken no pudo quitarse de la cabeza estas frases durante tres días, tres interminables días en los que no sabía si estaba velando o resucitando a su hombre, sintiéndolo cruzar el río de las lágrimas escoltado por una ballena, aunque en el fondo de su corazón deseaba que él estuviera remando en contra de la corriente. Y esa última noche, se le repetían aquellas palabras en su mismo tono sentencioso mientras alimentaba las brasas debajo del caldero colgado de un trípode, ése que años atrás confeccionara Ay-sen con oscuras ramas de quila. La ruka estaba inundada del humo espeso proveniente de la mezcla barrosa que le dieran los brujos de la montaña. Invadía el recinto un olor ácido y penetrante, casi irrespirable, que se potenciaba con el titilante