17º Concurso Nacional de Cuento Corto "Babel", versión micro. Los textos ganadores
LLUEVEN PÁJAROS, Sara Manghesi
La vecina está barriendo la
vereda, como siempre, a las tres de la tarde. En el noticiero dijeron que la
temperatura es de cuarenta y dos grados y subiendo. La escoba que usa es de
plástico, se está derritiendo. Los pájaros siguen cayendo, oliendo a podrido.
Ella no mira para arriba. Los amontona, los levanta con sus guantes de goma
amarillos, los va poniendo en bolsas, ata las bolsas a medida que se llenan, y
empieza de nuevo.
Yo tampoco miro para
arriba: no puedo despegar mis ojos de sus pies, que con sandalias, pisotean los
bichos que aún no recogió.
En la radio se escucha una
música tétrica. Interrumpen para leer otra vez el comunicado del Obispo. Pretende
llevar tranquilidad a los feligreses, desechando las visiones apocalípticas de
algunos, haciendo suyas las explicaciones oficiales de efectos del calor sumado
al incendio forestal del cerro, pero sugiriendo que no está de más rezar.
La lluvia de pájaros
disminuye. El olor no. Ahora la vecina mira para arriba, haciendo visera con la
mano. El pájaro siguiente le cae en la cabeza. Ella retoma su tarea coronada de
plumas.
Yo cierro la persiana.
REMISIÓN, Emilia Vidal
A
los 37 días del solsticio de verano, el señor Othag, cansado de la postración
comenzó a contar los pelos de su cuerpo. Inició la enumeración a partir de los
dedos del pie, 1, 2, 3. Su vista era perfecta. Las pantorrillas, 1.357. Pudo
sentir a cada tramo que el dolor remitía y, junto a la sensación, su cuerpo
también desaparecía. Los muslos, 17.213. A medida que avanzaba, Othag observó cómo
sus miembros se desvanecían progresivamente quitándole la carga del error
congénito, esto lo motivó a continuar la tarea. Contó cada pelo de sus manos y
brazos, y éstos dejaron de doler. Podía ver las sábanas arrugadas que estaban
debajo de las partes de su cuerpo desaparecido. Pasando los 3 millones de
pelos, su campo de visión resultó insuficiente, faltaban la nuca, las orejas,
la coronilla. Cerró los ojos y reanudó la cuenta, imaginando al detalle cada
uno de sus posibles cabellos, 5.321.107 fue su último pensamiento.
SEÑOR PAPA, Coco Goicoa
Señor Papa Don Francisco le escribo porque no
voy a ir a su misa en Caacupé pero esta cartita se la va a entregar mi amiga
Myriam que usted seguro no la va a olvidar porque siempre está con la remera
del Deportivo Capiatá y le decía que no voy a ir porque el celoso del Ramón que
es mi marido aunque no estamos casados y es el padre de mis hijas aunque en
realidad no lo es y no lo sabe no quiere que vaya con la Myriam y el muy
borracho le anda robando la bebida a un “pombero” que usted sabe que es como un
duende maldito que si no le deja ofrendas es capaz de violar y matar y
cualquier maldición puede caer sobre mis seres queridos y por eso le escribo
para pedirle nada más para que me haga un milagrito pero al revés y le
convierta su vino en agua y desde ya le agradezco y rezo por usted firmado
Anahí Yaquelín Cáceres Leiva
PERFECTA IMPERFECCIÓN, María Alicia Camino
Era una bruja sentada en un banco del
boulevard. No era. Era una loca sentada en un banco del boulevard. No era. Una italiana pretérita, de luto, fuera del tiempo.
Tampoco. Vestía de negro, tomaba mate y fumaba un cigarro. La cara era un mapa
con los ríos más profundos del mundo.
Vejez más antigua que todos los dioses. Era la belleza antes de asumirse. La
belleza en estado de imperfecto desacierto. La belleza de lo horrible. Belleza
torcida. Desviada. Oblicua. Sesgada.
Tangencial. Extraviada.
Era una de esas bellezas erradas que
la gran ciudad ofrece por las noches, cuando todos los buenos duermen y salen
los súcubos.
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