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Mostrando entradas de junio, 2020

Juan Rodolfo Wilcock / Cuentos breves

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L os amantes   Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados. La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devor

Sopa de sueño y otras recetas de cocina / Fragmentos

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José Antonio Ramírez Lozano Ilustrador Riki Blanco Editorial Kalandraka Aquí está el mejor fogón, Ese que los cocineros Llaman imaginación. Cocina de las palabras, Que se come por los ojos Sin tenedor ni cuchara. Se aliñan en un momento Estrellas con adjetivos Y corcheas con pimientos. ¡Al mercado a por palabras! Hay millones de recetas Para poder cocinarlas. *** Renglones al roquefort Se toma un cuaderno de hojas rayadas y se le arrancan, por lo menos, los renglones de cinco páginas. Se ponen a hervir diez minutos con un poco de aceite, y se les quita el agua en un escurridor. Quien los prefiera con chorizo, sólo tiene que escribir la palabra chorizo en cada renglón. Remover de vez en cuando con un lápiz del dos. Tendrán que aliñarse con roquefort rallado de queso de goma de borrar. *** Guiso de botones Hay que escoger botones vivos, cuidando que no sean de los sintéticos que tanto abundan ahora. Los más tie

Contámelo de nuevo / Hansel y Gretel

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Versión de los hermanos Grimm Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de gran hambruna que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: — ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda? — Se me ocurre una cosa —respondió ella—. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. — ¡Por Dios, mujer! —replicó el hombre—. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos

Beya (Le viste la cara a Dios) / Gabriela Cabezón Cámara

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Gabriela Cabezón Cámara  Ilustrador Iñaki Echeverría  Eterna Cadencia 2013 “Durante las cortas noches en las que nuestros cuerpos se empeñaban en revivir -oscuramente, con una esperanza tenaz y carnal que la razón desmentía en cuanto había amanecido-.” Jorge Semprún, La escritura o la vida. I Si el fin del torturador es provocar la presencia absoluta del que tiene atado para sojuzgarlo entero con laceración y dolor, el objetivo del torturado es tomarse el palo, irse de ahí, partir del cuerpo que pierde el aliento a manos de otro, amatambrado de sogas y en mazmorra sin salida: si a matasiete el matambre, a vos el resbalar en tu sangre y en los charcos de la leche que te ahoga y que te arde. Querés partir y dejar atrás la mazorca, el ardor colorado de sus dientes amarillos y tu esfínter hecho un volado de broderie de tomate, ay, si pudieras esfumarte en un abrazo celestial y no sentir las trompadas ni que te queman con fasos ni esa contracción que duele, la d