Sopa de sueño y otras recetas de cocina / Fragmentos

José Antonio Ramírez Lozano
Ilustrador Riki Blanco
Editorial Kalandraka


Aquí está el mejor fogón,
Ese que los cocineros
Llaman imaginación.
Cocina de las palabras,
Que se come por los ojos
Sin tenedor ni cuchara.
Se aliñan en un momento
Estrellas con adjetivos
Y corcheas con pimientos.
¡Al mercado a por palabras!
Hay millones de recetas
Para poder cocinarlas.

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Renglones al roquefort
Se toma un cuaderno de hojas rayadas y se le arrancan, por lo menos, los renglones de cinco páginas.
Se ponen a hervir diez minutos con un poco de aceite, y se les quita el agua en un escurridor.
Quien los prefiera con chorizo, sólo tiene que escribir la palabra chorizo en cada renglón.
Remover de vez en cuando con un lápiz del dos.
Tendrán que aliñarse con roquefort rallado de queso de goma de borrar.




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Guiso de botones
Hay que escoger botones vivos, cuidando que no sean de los sintéticos que tanto abundan ahora.
Los más tiernos son los de camisita; los de gabardina, los más duros.
Para atraparlos basta acercarse al ropero con una buena linterna y arrancarlos de un tirón.
Se dejan en agua una noche y se les da de comer hilo rojo. De ese modo se hincharán hasta reblandecerse. Por la mañana, se les retira el hilo y se rehogan en un sofrito.
Hay quien le añade un chorrito de vino de libélula.


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Bufanda al cuello
La bufanda es también un reptil comestible de hasta más de un metro de largo.
No es nada recomendable hacerla al horno. Resulta mejor ponerla al cuello.
Para eso, se toma la bufanda y se coloca alrededor de la cabeza, dándole una o más vueltas.
Aunque su carne es fibrosa, irá ablandándose con el calor.
En invierno está exquisita; lo que se dice para taparse la boca.


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Helado de lágrimas
Hay que ir guardando las lágrimas durante todo el invierno en dos frasquitos. En uno pondremos las lágrimas del llanto; en otro las de la risa.
No os fiéis de las que venden en Las heladerías; son lágrimas falsas, importadas de Egipto; lágrimas de cocodrilo.
Mejores son las casera: las de la a vuela cuando cumple años; olas de papá cuando corta cebolla.
Batir luego con azúcar y aguardar a que cuajen en el congelador.
El helado de lágrimas de risa sabe a sombrilla mandarina.
El de lágrimas de llanto, a flor de penumbra.


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