Alina, maga del mandarino / Laura Escudero


(Fragmento)

Los secretos del mandarino
Alina está aburrida de ser Alina. De tener la misma voz, el pelo lacio, de pensar los mismos pensamientos. Quiere ser diferente. Por completo distinta a la que es.
Le gustaría cerrar los ojos y volverse lo primero que se le venga a la cabeza. Un ronroneo le sube por la espalda, se le erizan las orejas y piensa que es una gata.
Pero cuando abre los ojos Alina es todavía Alina.
No alcanza con pensar. Quiere ser una gata de verdad.
Pero ¿cómo?
No puede ser tan difícil porque si una oruga después es mariposa y un huevo se hace gorrión, tiene que encontrar algún modo para pasar de nena a flor, a pájaro o cualquier otra cosa. 
El secreto está muy cerca.
Alina sale al patio. Ese es el lugar donde empieza toda la magia: hormigas que pasan, mosquitos que zumban, geranios de pétalos rojos. En el medio, el mandarino es mago de todos los magos aunque no tiene varita ni capa. Es un mago con lugar para los pájaros, y en primavera le aparecen flores diminutas y perfumadas en las puntas de los dedos. Su poder viene de lo que crece y cambia. 
Debajo de la sombra del mandarino Alina puede aprender los secretos para ser una maga. Como no quiere olvidarse nada de nada, busca un cuaderno y anota en la tapa: Libro de las transformaciones mágicas.
Adentro, en la primera página, escribe:
A veces en un secreto cabe: un jardín entero, un sol, un aire suave.
Como el cuaderno también es un secreto, Alina lo esconde debajo de la cama.

Los asombrosos cambios de una taza
Todo lo que cambia viene de una semilla, un huevo o el capullo de una mariposa. Una semilla es una casa que abraza. Un nido que abriga.
Alina aprendiz de maga quiere probar su magia. Para empezar, busca una taza que cada desayuno es taza. La mira, la huele, la toca.
Una taza también puede ser otra cosa. Puede ser, por ejemplo, un elefante. Si mira bien y con cuidado ya tiene trompa. Alina cierra los ojos, los abre: es un elefante. 
Para que la taza brote y se transforme Alina piensa que vendría bien un poco de aire y sol y la saca al patio. A lo mejor un poco de tierra ayuda.
Y sin querer la taza es una maceta.
Y Alina pichón de maga.
Y la cuchara es pala que cava, junta y carga hasta dejar repleta de tierra la taza. Que esta vez no tiene café con leche ni chocolatada.
Alina está segura de que la taza por fin se hizo maceta. Y su lugar ya no es la alacena de la cocina, ahora está debajo del mandarino.
Anota en el Libro de las transformaciones mágicas:
Una taza puede ser una taza y además el hueco para un nido, un estanque con peces pequeños o la casa de una semilla. También sucede al revés: una magnolia sin saberlo puede ser una taza para que beban los pájaros de la mañana. 
Para que las cosas broten hace falta sol, lluvia y un poco de viento.

Cómo hacer una fábrica de viento
En el patio todo se mueve y espera volverse distinto. Un poco de sol, aire que empuja y lo pequeño florece o le salen alas, o se hunde en la noche que crece bajo la tierra.
Alina descubre que una vaquita de San Antonio algunas veces se hace pimpollo  al fondo de una hoja.
Pero otras veces zumba, sube y no se le ven los colores. Parece el ventilador que hay en casa de su abuela.
Una vaquita de San Antonio es ventilador de flores.
¿Un ventilador?
Claro. Una fábrica de viento.
¿Cuántas vaquitas de San Antonio necesita su abuela para el verano?
Alina dibuja en el Libro de las transformaciones mágicas un uno con un montón de ceros. Llena cada cero de color rojo y lunares negros.
Más que un número parece una guirnalda.
Para que las cosas cambien, un papel y lápices ayudan.
Más tarde, Alina anota:
Para hace de un insecto una fábrica de viento primero hay que buscarle compañeros. Tienen que ser montones, voladores y tener ganas.
A la noche sueña con gatos que la llaman.

Cómo pescar una gota de lluvia
Llueve. Alina no puede salir al patio. Mira las gotas a través del vidrio-¡quisiera hacerse lluvia!: saltan, repican, y así, sin ningún trabajo, se vuelven mar en el cantero. Hace rato las gotas eran nube, quién pudiera, de pompón blanco volverse agua que cae.
Alina quiere ver qué pasa si planta una gota. Pero es difícil. Vienen de a muchas. Saca la mano por la ventana y prueba con la punta del dedo:
                             cae una,
                                                       urgente otra
                                                                                        Y la primera se resbala.
Alina mira cómo cae la lluvia sobre el mandarino. El agua se escurre por las ramas y baja por las puntas de las hojas. Una gota cae dentro de la taza.
Alina busca el paraguas, sale al patio y lo abre sobre la taza con la gota debajo del mandarino. Ahora el paraguas dejó de ser paraguas y es un hongo que brotó de la lluvia y de la casa.
Un tejado rojo con punta.
Una pagoda.
Antes de volver Alina sopla suavecito sobre la taza. Por darle algo de calor a eso que ha plantado para que se vuelva otra cosa.
Y entra silenciosa como una gata, pasa al baño y se seca la lluvia del cabello, de la ropa.
En puntas de pie busca el cuaderno, y escribe:
Los días de lluvia son especiales para atrapar gotas. Hay que esperar detrás de la ventana. Cuando llega dejarla debajo del mandarino debajo del paraguas dentro de la taza. Soplar aire tibio como un verano chiquito a ver qué pasa.
Alina ronronea de alegría escondida debajo de la cama.

El jardín de Alina 

De lo que sucede  no se ve
El sol vuelve al otro día y el patio parece nuevo.
Las hormigas salen. Llevan sombreros verdes y andan por caminos estrechos que se hunden debajo del geranio.
Las hormigas son todas magas. Hacen sus experimentos con pedazos de hojas y migas de pan. Conocen el fondo de todo. Saben que los topos nacen de ovillos y que las lombrices son bailarinas contorsionistas.
Debajo de la tierra otro mundo crece.
Alina quiere ser hormiga y bajar por esos túneles. Pero hay que ir de a poco.
Para empezar: gata.
No. Para empezar: descubrir qué pasa si una gota se hace otra cosa.
Alina se asoma l borde de la taza.
No ve nada. Pero hay. Una gota duerme bajo la tierra y espera el momento para romper su cascarón de lluvia. Alina se acerca y escucha un tintineo, un borbotón, un glu glu glu que crece en el fondo de la taza, debajo del paraguas, debajo del mandarino que
                                               se despereza
                                                      y deja caer
                                                              pequeñas flores blancas.
Algo pasa.
Alina aprendiz de maga, baila.
(Porque lo extraordinario sucede dentro de la taza).
Por la noche cuando todos duermen enciende la linterna, busca el Libro de las transformaciones mágicas, y escribe:
Debajo de la tierra debajo de la cama debajo de todas las cosas crecen otras. Para ser una maga hay que encontrar lo que está escondido. Un paraguas rojo ayuda. Sobre todo si un mandarino se inclina cuando las hormigas pasan.

Lo que brota de una gota de lluvia
Pasan los días y el paraguas vuela por el patio. Gira, tropieza. Parece confundido. Una mañana amanece colgado de la soga de la ropa. Como si desde siempre hubiera estdo así. Como si fuera su lugar en el universo.
De vez en cuando se hamaca.
Si lloviera el paraguas sería un gran juntador de gotas. Una laguna colgante en medio del patio.
Pero no llueve. El sol se asoma entre las hojas del mandarino, salpica el suelo. Cae sobre la taza y señala la punta de un tallo que no ha florecido. Tiene una flor abierta con cuatro pétalos transparentes. 
Alina se acerca en puntas de pie. Mira con cuidado.
La gota floreció libélula.
La huele y tiene todo el olor de la lluvia. La huele y de pronto la flor sale volando. Alina maúlla despacito y sigue el vuelo de la libélula por todo el patio.
Más tarde escribe en su cuaderno:
De una gota de lluvia días después brota una planta florece libélula cuatro pétalos cola larga guarda el perfume de lo que fue entre las alas.
Alina regresa el Libro de las transformaciones mágicas a su lugar, debajo de la cama, y sale a buscar otros misterios. Las hormigas la saludan con hojas de laurel recién cortadas.

Alinamaga
Por la tarde el mandarino desparrama su perfume de azahar. Alina quiere subir hasta la rama más alta. Se apoya sobre el tronco. Que ya vuelve, le dice en voz baja, que la espere.
Las palomas se van.
Cuando llega la noche Alina se hace nido en el sofá. Se envuelve y espera. Una mano viene y la acaricia desde la cola hasta la punta de unos bigotes elegantes. Ronronea de alegría.
Levanta las orejas, abre los ojos, mueve el hocico.
Afuera se huele la noche. La ventana está abierta y el cielo descuelga una luna llena.
Salta.
Da un salto como si quisiera subir a las estrellas. Y cae del otro lado.
Pasea por los techos, trepa el mandarino, maúlla al cielo.
Se hamaca en el paraguas rojo.
Los perros ladran cuando pasa. Otros gatos la acompañan.
Alina no es Alina: es gata, es maga, es otra cosa.
Cuando regresa escribe en el Libro de las transformaciones mágicas:
Para ser una Alina hay que buscar del otro lado de una gata al fondo de la lluvia adentro de un paraguas.
Quizá por la mañana haga fila con las hormigas. O le crezcan flores en el pelo. O teja una tela en algún rincón debajo de la cama.
Alina, maga del mandarino, cierra el Libro de las transformaciones mágicas, lo guarda y se duerme enroscada en la ventana.

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